sábado, 11 de julio de 2009

sanfermines

Esta entrada fue escrita ayer de madrugada. Sólo el azar quiso que no la colgara antes de lo que ha pasado en el encierro de esta mañana. Descansa en paz, chaval.

Si sois seguidores habituales de este blog ya sabréis que hay fiestas y tradiciones populares que no alcanzo a comprender. Una de las que menos entiendo son los encierros de Los Sanfermines.

A ver, como espectáculo televisivo es de puta madre, porque es algo tan surrealista que parece ficticio. Esto lo hace Spielberg en una peli y lo flipas, aún sabiendo que es ficción. Pues en este caso es lo mismo pero sin efectos digitales. Son 900 tíos corriendo delante de una manada de toros. No caballos, ni burros, ni ovejas, no, no ¡Toros! Unos bichos que tienen unos cuernos como mi brazo. ¿Qué significa eso? Pues tensión, misterio, sangre y riesgo real de muerte, ¿que más puede pedir un ser humano común?

Ahora bien, como tradición popular es una barbaridad como pocas. Seguro que se creó por error. Seguro que estaban los vecinos celebrando una fiesta mayor y una manada de toros se escapó del corral. Entonces las pasaron putas para huir y ahora resulta que es una fiesta. Venga, va.

Vamos a ver ¿que pretendéis demostrar corriendo delante de un toro? ¿Que sois valientes? ¿Que podéis dominar a los animales? Por eso salís con ventaja, ¿no? Poneos a dos metros de la puerta si tenéis cojones. No queréis emoción, pues hacedlo bien.

Yo creo que lo de las tradiciones populares está mal entendido. No hace falta seguir haciendo las burradas que se hacían hace 500 años. Porque llega un momento que perdemos el norte y correr delante de un toro en un callejón con 800 tíos más nos parece normal. Amigos corredores, no es normal. Es un disparate mayúsculo.
Además, cada vez hay más gente, pero el espacio sigue siendo el mismo: callejuelas de dos metros de ancho con un adoquinado de esos putas que resbala. Tócate los huevos. Luego vienen los llantos y los tíos que llegan a la plaza con una oreja colgando o con dos agujeros en el trasero. Por no hablar del típico guiri que va hasta el culo de sangría y que le perforan el bazo en la primera curva. Pues ya te está bien chaval, por imbécil ¡A quién se le ocurre mezclar alcohol y toros! ¿No ves, amigo, que apenas te tienes en pie?

En fin, reflexionemos sobre las tradiciones populares, por favor.

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